Sería fantástico que la ciencia fuese neutral. Joan Manuel Serrat no es el primero que lo dice. Ni siquiera en catalán es el primero en decirlo. Cualquiera que haya hecho de ciencia y tecnología un modo de vida -muchos de nosotros en respuesta tajante a la surpechería y a la metafísica con que nos bautizan- sabe que la ciencia no es neutral y que la barrera energética para hacerla neutral no sólo es alta, sino que está todavía muy lejos.
La ciencia, cuando es ciencia, no complace peticiones, ni se acomoda a las espiritualidades y debilidades de nadie. Los resultados experimentales, la evidencia experimental, esta allí, retándonos a intepretarla. La intepretación que toma en cuenta la totalidad del fenómeno y su posible relación con otros fenómenos, su relación con lo que otros han reportado, e intenta dar explicaciones consistentes, es la que se aproxima a lo que los filósofos han llamado: la verdad. Y nada que decir de lo que algunos llaman el pensamiento "en abstracto": Einstein sin Newton, y Newton sin Kepler, y Kepler sin Horangel y los doce del signo, y Horangel sin peluca, etc, etc...
Pero cuando quien hace ciencia es guiado más por sus intereses de clase que por la honestidad del hecho científico, entonces la ciencia adquiere una dimensión nueva: adquiere comillas y se convierte en "ciencia". Un "científico" de estos que abundan en el trópico, puede llegar a la conclusión, lógico-formal, de que después que les has arrancado todas las patas a la cucaracha, la cucaracha pierde su capacidad auditiva. De igual forma cuando le toca analizar el hecho social e histórico con las herramientas de la dialéctica: La idealístico-taparuca de Hegel o la doble-filo de Marx, termina acomodando la conclusión a su pusilánime interpretación: Lo que quiere el negro es una democracia socialista, plural y burdadechévere, que debe evitar "los errores del pasado".
Y la evidencia historica, ¿que???, que algo queda...
Manuel Brito