2009/05/27

Diluye y vencerás

Ve pa' esto: El ministro de cultura de una revolución arrodillado ante el señor gerente principal de la compañía que combate a esa revolución en todos los terrenos, sin escatimar esfuerzos y sin aguarsele el ojo con éticas o morales, o luces.

Los enemigos del ministro Soto (allende y aquende la talanquera) deben estar salivando, Pavlov. Pero no es de Venezuela que quiero hablar. La culebra es con Nicaragua nicaraguita. La Nicaragua que me duele. Desde Oregón hasta la Patagonia nuestra población es joven, tremendamente joven. Somos quizás la raza mas cósmica y más joven que habita el planeta. Acepto, claro está, que como en la cultura popular se colean zorros y camaleones, en la raza tenemos coelados viejitos que se las dan de cómicos y usan a otros viejitos y viejitas creyentes, o como decia el poeta: "La fe de mis mayores", como rehenes en su cruzada por una sociedad donde el hijo de dios sea el chivo diurético. Cruzada que, guste o no entra, en contradicción con una sociedad comunista de hombres y mujeres totalmente de-sa-lie-na-dos. ¿Será necesario decir que la "espiritualidad" basada en "éticas superiores", en tanto proyecto de país y de Estado, es una herramienta de alienación?

Uno de eso viejitos que se las da de cómicos es Ernesto Cardenal. Y es Ernesto Cardenal precisamente el ministro revolucionario que se arrodilla ante el Sr. Wojtila, uno de los ideólogos y estrategas más importantes que ha tenido la contrarrevolución y el anticomunismo visceral a nivel planetario y que, desde 1978, actuó como jefe máximo de la reacción con Reagan y la Thatcher sentados a su diestra. Antes de convertirse "cúpula podrida", el Sr. Wojtyla era curita de barrio. Y allí aprendió las mil maneras de manipular a los pueblos. Es el mismo que mandó a prender fosforitos en el Bernabeu para demostrar que todos unidos venceremos. ¡Qué lindo!! ¡Pura enseñanza cristiana! ¡Precioso! La estrategia es perfecta: Diluye el marxismo, la ciencia de la Revolución, en los evangelios y vencerás.

Cardenal, desde su dogma teológico, sus mitos, y sus auto-complacencias, le entra a palos a los ateos comandantes de la Revolución que cometieron el gran error de ponerlo allí para que jodiera. ¡Y jodió!!! Y seguirá jodiendo. Para un joven combatiente idealista ver a la Revolución arrodillada ante el enemigo de clases, a cuenta de que jefe es jefe manque tenga cochocho, marca el inicio de la desmoralización. ¿Para qué pelear?, ¿qué defender?, ¿por qué sacrificarnos, si a la final todos somos hijos de dios y dios seguro que reza por nosotros en la mesa del patrón?

¡Dígalo ahí Yupanqui!, que algo queda...

Manuel Brito