2009/05/01

"Paternalismo" comisarial

No sé quién fue el poeta que dijo que el hombre (y la hombra, para decirlo constitucionalmente) vuelve a ser niño en la medida en que se va poniendo viejo. Por ser poeta debió agregar "pendejo", para que le saliera el verso sin mucho esfuerzo. Lo que si es cierto es que la cosa tiene que ver con pañales. Y para allá vamos todos, si es que matriculamos todavía en esa "avanzada" edad. Y si así fuese, que la patria nos lo reclame.

Este asunto de ir desbaratando encajes y volver al hilo, que decía mi adeco favorito, es una verdadera calamidad para los que aún no usamos viagra. Nos quita tiempo y energías tener que dedicarnos a ese "paternalismo" comisarial que, muy a mi pesar, me hace sentir gente que debería estar más clara que yo en lo que es Revolución (en mayúscula y sin apellido). Más claros, porque, para ponerlo en palabras de León Trotsky, a punta de latigazos de la contrarrevolución es que han aprendido qué es bueno para el pasmo y para las fiebres aviares y porcinas. A coñazo limpio los han tenido desde que eran imberbes, y muchos de esos coñazos fueron heredados por pertenecer a familias con más de dos generaciones militando en la única corriente revolucionaria posible, la que no pierde el tiempo webonenando con enamorar, o ser aceptado, a/por la clase más reaccionaria, la más traicionera, la más ladina, la más canallesca, la más egoísta, la más camaleónica: la clase media profesional.

¿Por qué tengo yo que usar parte de mi tiempo fungiendo de "policía ideológico", cuando ni soy policía ni milito en ideología alguna? ¿Por que he de andar enmendándole la plana - a coñazos- a gente que aprendió a matar al tigre y vienen nadando desde hace décadas, los que vienen por mar, y pujando mucho, los que vienen por tierra, para encontrarnos en la playa: "por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor"? La explicación es, si se quiere, ecológica. La playa de la sociedad comunista no puede estar llena de cadáveres, ni de cagantinas aguadas, ni de cueros de tigre que metan miedo.

¡Pa'la playa, mano!!!, que algo queda...

Manuel Brito