Ponle tú que el joven patiquín no lo hubiese dicho así. Que todo sea un edulcoramiento guzmaniano al que fue sometido la imagen y el genio de ese papasote que nos gastamos. Ponle que haya sido menos prosopopéyico, y que, además de decir unas cuantas caraqueñidades, le haya dado una patada por el culo al cura reaccionario (redundancias aparte) que sometía a las masas (¡nunca se dice en singular, Mario!! ¡nunca!!) al terror religioso-mediático. ¡Todo vale!
Ahora imagínate lo contrario a esa acción. Un tipo tuttifrutti, mantuano, leedor de los libors de papi-papi, suavicrín...A su alrededor un terremoto, un desastre natural. Frente a su casa, la iglesia de San Jacinto en escombros, gritos, llantos, un verguero, un berenjenal... Y el tipo en medio de ese verguero, alertando a su diario de chico chévere, a punta de papel y tinta, sobre el caracter opresor hegemónico de la corona española, según había descrito con simplicidad absoluta en su tratado sobre la península ibérica el connotado pensador del siglo XVIII, Sir Rosis E Patick, y sobre las posiblidades, muchas entre otras -pero nunca despreciables, si lo pensamos objetivamente- , de que don Francisco de Miranda estuviese profundamente equivocado en su visón política del movimento emancipador y, en lugar de coleccionar vellos púbicos de las mujeres amadas, que podrían indicar una desviación de la democracia radical con un alto sesgo de machismo y "sexual harrasment" o "harcèlement sexuel", debería coleccionar pelos de pestañas, tan útiles para jugar a los deseos que no empreñan, como describió Lavoisier en su tratado sobre las bateas prestables. Tesis refutada por el prusiano Alexander von Humboldt en sus ensayos sobre gatas y ropa sucia.
¿Desubicadito, no??, que algo queda...
Manuel Brito
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