Vengan por donde vengan las cosas, si las grietas se propagan catastróficamente o no, es un asunto que ahora se estudia bajo el rimbombante nombre de Mecánica de la Fractura. Un tal Griffith publicó en 1920 sus andazas en el mundo de los tirapiedras -objetivo romper vidrios- y no fue hasta la post-guerra que se le dio importancia a su trabajo. Nadie es profeta en su tirapiedra (o algo así...). El tamaño de grieta tiene un valor crítico: La grieta no crece bajo un
determinado sistema de esfuerzos. Esto traduce a: dime pa' qué lo quieres y te dire cuál es el tamaño de defecto de fábrica que nos podemos permitir. Un niño que intente de mostrar que un plato "irrompible" se rompe, solo tiene que aproximar el tamaño de su travesura en esfuerzos al permisible por tamaño del defecto más grande que tenga ese plato. ¡Voila!!!
La tesis de la revolución pacífica (nótese el diminutivo) es un cántaro que tiene defectos en una escala picométrica, donde el prefijo pico (con el permiso de Marta Harnecker) indica la trillonésima parte de algo; en este caso un metro. No importa cuántas veces lo lleven a la fuente no se rompe. Se jode primero la fuente. Se bota el agua, se hace un reguero, se pierde tiempo, se joden muchos, se mueren otros, se revientan muchos, se desilusionan otros, y el cántaro de la "dichodicha" ahí incólume, irrompible. Lleva truene o relamapaguee...No le entra ni cochocho, que ya es mucho decir.
Está del carajo el cántaro, pero lo que se olvida es que la fuente se agota, la fuente se desilusiona, la fuente pierde entusiasmo y cuando ya no haya fuente, entonces el cántaro sin defectos, el irrompible, será la mayor de las inutilidades.
Un defectico ahi, !por favor!, que algo queda...
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Manuel Brito
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