2009/08/14

Ivan Petrovich

Ivan Petrovich, como le decia su mamá, recibió el premio Nóbel de Medicina en 1904. Aunque parezca mentira, el premio no le fue concedido por su trabajo científico convertido en copla. Que ya sabemos por boca de Manuel Machado: "Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar, aunque dejen de ser tuyas para ser de los demás". Iván Petrovich no sólo demostró científicamente que a los perros con enseñarle el tramojo se tiene, su trabajo pionero en la fisiología de la digestión, que también incluye la copla, lo hizo acreedor de ese laurel y de muchos más.

Leyendo sobre sus experimentos, consigue uno divergencias con la leyenda urbana, "quedealgunamanera" explica "quebuenoque" hacía sonar una campanita y ponía el tobo para recoger la saliva de sus perros. Los canes habían sido "educados" en famosas escuelas donde les enseñaban a asociar la campana con Arturo Uslar Pietri (o algo así...). En realidad, la literatura cientifica muestra que se hizo uso de muchos tipos de estímulos, aparte de la campana. Ponle ahí que dentro de los perros hubiese uno sordo... a ese le salía su corrientazo. A otros les ponía musiquita del grupo de rock & roll "Imperial Vaseline", etcétera (dicho con acento barinés).

A los perros más perros, más reacionarios y más virulentos, sigue diciendo el artículo científico, les leía en voz alta, sin agregar nada, ni una letra, el famoso Inciso McArthur-Alfaro (que a decir verdad no es de Alfaro Ucero sino de Arcaya en la época de los gomeros) que condenaba a una nación derrotada militarmente a la desmilitarización. Le salió el tiro por la culata a la
extrema-derecha porque ese inciso es precisamante el caballo de batalla de "algunos" sectores progresistas (y en Japón "algunos" son millones de personas) para ponerle frenos y riendas reales al caballo viejo del nacionalismo militarista, que esta vivito y culeando. Condiciones objetivas, que les dicen... Proletarios de todos los países, que le dicen... Pero !qué sabe asno de petsodent!

Sigue diciendo, el artículo que firma Ivan Petrovich, que en esos días en que leía el famoso "inciso" el laboratorio se llenaba de baba. El perro gordito, más ignorante, pero de rápidos reflejos condicionados y de descomunales ladridos, era el que más s-ali-vaba (¡con sus cuarenta ladrones!!). Se ahogaba en su histeria y en su saliva. El artículo de Iván Petrovich no dice nada, ni extrapola, sobre la conducta condicionada de las focas. Habrá que seguir observando el espectáculo circense de los profesores universitarios de esa casa que desde 1970 no le gana un solo round a las sombras y fue convertida en un colegio de señoritas (dicho sin distingo de genero) con al ayuda de los babosos.

¡Epale Pavlov!!!, que algo queda...


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Manuel Brito

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