"Entonces tienes Visa", aseveró. "No representas un peligro para el Imperio", agregó. Respondí que también tenía Master Card y volví a la grama donde me comporté cual joven pajarito. Intuí -nunca supe- que el águila se había cagado en el amigo y le habían negado cualquier "tarjeta de crédito" para entrar legalmente en Nueva Inglaterra. Vaya, que el resto de ese territorio es nuestro y lo vamos a recuperar. Era la época en que me encandilaban sus certeros artículos en "El Nacional" y quizás el personal del consulado también se encandilaba. El papel es super-resistente y más si es de fotografía.
Hoy leo a Roberto Hernández Montoya en su tango "Nostalgias" (http://www.aporrea.org/medios/a83629.html), describir la calma, la cordura y la aceptación mutua que reinaba entre la derecha ladrona (nótese el singular) y la izquierdas bucólicas (nótese el plural) en las fiestas de El Nacional. Leo su canto de esperanza por que alguna vez la derecha apátrida y embustera vuelva a esa calma y a esa cordura que todos disfrutaban en los años de la perrarina, para que la institución que fundara MOS sirva de resurreción a un tinglado de mentiras y claudicaciones como el MAS (¡eso lo agrego yo!).
También recuerdo el bolero metalúrgico que le dedicó a las rejas de Miraflores. Se preguntaba qué hechizo tendrían esas rejas que el que pasaba por ahí -de afuera para adentro- se convertía en otro pelele del sistema de corrupción y oprobio, o al menos se convertía en teflón a las necesidades del país. Creo que eso decía; o al menos esa era mi interpretación del hecho literario.
La rejas no tiene ningún hechizo. Eso lo sabemos desde que Crespo mandó a construir su residencia familiar. Lo que sucede es que todos los que por ahí han pasado con un leve cuadro de termocefalia, no se hiceron la necesaria placa radiográfica -una cada seis meses- que muestra la verdadera enfermedad: "inocuo in pectore".
¡Cuidado con los tuberculosos!, que algo queda...
Manuel Brito