Antes de que se inventara la rueda alla por quien sabe cuando, ya existía el concepto de "revoluciónometro". Puedo asegurarlo. Existía con distinto nombre pero básicamente cumplía la misma función.
El hombre y la mujer de las tabernas (o algo así...) es bien sabido por las comiquitas de trucutrú, subsitía gracias a la caza y la pesca. Descubrió el fuego por carambola. En la taberna había un billar. Aprendió a hacer instrumentos de piedra que le faciltaron su labor depredadora. Entre los homo habilis y las mujeri habilis (se pone ladilla el asunto,¿no?) había unos más habilis que otros. Unos que aprendían más rápido que otros y unos que lograban ver "más allá del horizonte" que otros. Estos últimos habían aprendido a subir cerro. Nada ha cambiado desde que el homo y la mujeri habilis poblaron la tierra y se ganaban el pedazo de báquiro con el sudor de sus culos: Quienes han subido cerro son los que saben. Adán y Eva todavía no estaban ni siquiera entre bola y bola, que decía mi viejo. No se entiende como hay gente que todavía anda buscando "El Paraiso" sin pasar por el puente de los Leones. Los leones de la lógica y del
materialismo, digo.
Los achantaos, los que no subían cerro, nunca quisieron aceptar que los que si lo subían pudiesen ver más allá del horizonte (o si se quiere, ladeando la cabeza: la vertical). Y cuando estos le criticaban a los achantaos su falta de (censurado) para ir mas allá de lo que ya sabían hacer y donde se sentían cómodos y dueños del patio (caverna con patio, ¡claro!), estos ni cortos pero extremadamente perezosos le sacaban que los subre cerro no tenían "revolucionómetro"
para estar midiendo lo que se hacía o se dejaba de hacer.
Ha evolucionado la tecnología, y lo que ayer (burda de ayer, se entiende) era sólo un concepto y una excusa balurda de los reaccionarios, ahora es toda una industria de eficiencia proletaria. El revolucionómetro ha revolucionado el concepto de Revolución y ha contribuido a la selección de cuadros revolucionarios formados políticamente para impulsar los cambios necesarios. El aparatico emite el sonido de un pito (con el permiso de Marta Harnecker) cuando el evaluado se considera él mismo de clase media, y emite dos pitos en el momento en el que el evaluado se emociona cuando sus vecinos de la clase media reaccionaria (allende o aquende la talanquera) lo consideran un "revolucionario" equilibradito, libre de todo dogmas y de violencia, con el que se puede conversar degustando un Chablis.
¡Tres pitos!! ¡Fuera!, que algo queda....
Manuel Brito