Se preguntaba Horacio Guaraní en su opus maximus: "¡Qué ha de ser de la vida si el que canta no levanta su voz en las tribunas por el que sufre!". El bueno de Horacio aún no se convence que son los necios, y nos los cantores, quienes tienen más acceso a las tribunas. El sistema funciona de esa manera. Se le da tribuna al necio; el necio es quien lleva la batuta en el enfrentamiento con el sistema y así el sistema se garantiza su perpetuidad por partida doble: i) perpetúa el tinglado de democracia plural y ii) perpetúa la desarticulación del movimiento revolucionario.
Ejemplos sobran. Tan temprano como en 1975 podía uno decir que el MAS no era otra cosa que el movimiento al sifrinismo, aunque a decir verdad usaba palabras menos diplomáticas y más zahirientes. Desde entonces sé que a los necios no se les puede zaherir. La necedad es un escudo en contra de cualquier tipo de crítica. Se les va la vida entre cuidar que el ego no se les salga del cuero y chequear día a día que el mundo sigue girando en torno al eje imaginario, que ¡claro!, son ellos mismos.
Los necios no tienen ideas propias. Ni las más elementales. Se refugian en las citas citables: "Decía Fulano que los perros calientes con mostaza y cebolla son más sabrosos". Argumentan con necedades:"Si no me das la razón eres stalinista". Carecen de poder de síntesis: "Tratado completo -revisado y aumentado- sobre la forma menos directa de anunciar al mundo algo de comenzón en zonas aledañas al ano". Y evito aquí describir los males que causan los necios como analistas de la realidad política porque, mientras esto escribo, un necio está escribiendo su interpretación post-mortem de un golpe de Estado, otro necio más está asegurándole a quienes lo escuchen que la tinta es más cara que el petróleo, y otros necios están puliendo las medallas a la necedad que le otorgó un jurado de necios.
¡Larga vida al Imperio de los necios!!, que algo queda...
Manuel Brito