No quiero siquiera imaginar que al gobierno revolucionario se le ocurra invitar al tubérculo mayor a una visita a Venezuela. Bastaría ver a Héctor Navarro arrodillado ante el Sr. Ratzinger recibiendo bendiciones y respondiendo con "amenes" para que por ese hilo se vaya toda la costura. Igual que pasó en Nicaragua con Ernesto Cardenal, representante por antonomasia de una de las grandes debilidades de la Revolución en Nicaragua. Desmoralización total. ¡Arrodilarse ante el enemigo!
Y mientras sigan con el cuentico que de solo "las cúpulas", y sólo "los jerarcas" de la maquinaria trituradora de la Revolución y los revolucionarios, mientras se siga hablando del gran tubérculo como el "Santo Padre" en televisora y radio del Estado, entonces la tesis de que todos ellos son colegas del presidente Chávez seguirá en pie. La tesis plantea que a la jerarquía eclesiástica, a esos puestos de supremo comando de esa gran organización terrorista, se llega en paracaídas. Y no por haberse pasado toda la juventud jodiendo desde sus púlpitos de barrio los ensotanados, o desde sus "finquitas" los encardenalados. Abolutamente todos escalando posiciones gracias a los buenos oficios perpetrados en nombre de los "santos" intereses de la mayor y más antigua de las mafias.
Para caídas... !Hirudoi!!!, que algo queda...
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Manuel Brito
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