Desde hace cerca de 200 años nuestros pueblos rompieron las cadenas que nos oprimían por voluntad del poder español (me suena, me suena...) y conformaron las poquitas repúblicas que existían a mediados del siglo XIX. Entre cipayos, lacayos e injerencistas del Imperialismo (que no existía hasta que Lenin lo definió, según manifiesta el ex-perto en tracalería) "le pusieron color al mapa". Por eso se puede ver una Centro-America dividida, en donde el Padre de la Patria nace en un país, muere en otro y sus restos reposan en otro y, para más pena, con un enclave semi-colonial británico que tenemos que recuperar.
Cuando a Colombia la desmembraron y la provincia de Cundinamarca se quedó con el nombre del sueño de Miranda, y la manufactura de Bolívar, yo no protesté. Cuando a esa Colombia le robaron el Itsmo de Panamá, que era para nosotros lo que el de Corinto para los de por allá, tampoco protesté. Pero ahora que la República de Colombia será convertida oficialmente en el Protectorado de Cundinamarca, ¡porque el sagrado nombre de Colombia se lo quitan!!!, bajo la bota militar del Imperio que pone de mampara caza pendejos al payasito que desayuno huevos fritos hoy (pregúntele a Walt Mart si les hechó pimienta o no), es menester prestarles a los paisanos colombianos que luchan por la libertad, no digo fusiles suecos..., ¡nojoda!! Todo el arsenal de la América que existe en nación desde el Río Bravo hasta Ushuaia.
Los cipayos neogranadinos (¡ahora si!!!) no agreden a Venezuela. Agreden la memoria y la historia de todas nuestras repúblicas. Por lo pronto debería alguien recordarnos la proclama aquella del hijo de Capacho viejo. ¿Cómo es que decía?
La planta insolente, etc, etc, que algo queda...
Manuel Brito