Toda organizacion política que se respete, e irrespete con mentiras y falsos testimonios a las otras organizaciones políticas, es decir que ejerza la democracia burguesa, o la social-democracia, tiene su organización juvenil. Las religiones de todo cuño (¡de madre!), como organizaciones políticas que son, le dan mucha importancia a la formación -precisamente- de sus cuadros jóvenes. Los catequistas son en general cuadros jóvenes, los más sobresalientes, los más fanáticos, a quien padres y representantes ponen a disposición esa arcilla blandita y fabulosa que son los hijos. Mientras más fanático el catequista, más el esmero porque al chiquillo indefenso le quede la cabeza reluciente como un sol. Y la propaganda de limpiador de pocetas me recuerda a las juventudes
masecas, jóvenes vástagos de la clase profesional, de quienes Ali Primera alguna vez dijo:
"Esos son radicales de la universidad para dentro...". La Historia ha absuelto tantas veces a Alí, que no hay mucho que explicar.
Y por ser los mas fanáticos -de todo fanatismo- en tiempos en que todavía no tienen barbas (imberbes), o poquito vello púbico (imberbas), son los que se desencantan más rapido, y en casi todos los casos reaccionan en contra de su dogma. Al muchachito, con espíritu viejo, con visiones altamente reaccionarias, con gríngolas, con apego por las "tradiciones" (castrantes normas disciplinarias), un día le pega ese olorcito que no sentía desde que nació, y se vuelve loco, rebelde, "revolucionario". Y si es así con los chiquillos que forman parte de una organización política tan contradictoria, tan falsa, tan tinglado, tan superficial, tan manipuladora como lo es la iglesia católica, "qué no habrá de hacer contigo" muchachito de mucha fe, que eres sometido a la lluvia de manipulación sistemática de las diferentes versiones del calvinismo que nos llegan a la puerta de la casa en nombre de evangélicos, jehova's witness (popularmente conocidos por los testículos de jehová), mormones, etcétera (Chávez dixit).
La Revolución en Venezuela adolece de muchas cosas importantes. Yo, en mi nunca humilde opinión, considero que la formación política de su militancia es quizás la más pobre del continente. La clase obrera boliviana, por dar un ejemplo, nos lleva mucha ventaja. Por algo fuimos la puta predilecta del Imperio desde 1959; por algo dos generaciones de venezolanos defienden (a ambos lados de la talanquera) el "
american way of living", el consumismo, el tabaratodame dos y la farándula. Ningún proceso social nace aprendido, pero mientras más pronto se pone las pilas mejor. En la segunda Declaración de La Habana (1962) se proclamó el carácter marxista de la Revolución (cosa innecesaria cuado se trata de Revolución y no de revolución o "revolución", y mucho menos "revo"). Desde el triunfo militar del proceso cubano habían transcurrido apenas 37 meses, y en esos 37 meses, la jornadas de alfabetización habían cumplido su cometido:
Cuba: Territorio libre de América. La Revolucion en Venezuela adolece de formacion politica y tiene exceso de juventudes formadas en las organizaciones religiosas de todo cuño (¡de madre!) que desenpolvan, a la vista de todo aquel que desee verlo, sus reaccionarios valores del calvinismo, y su sumisión total, parcial o subliminal a los designios
del Imperio. Un lavado de cerebro no es cosa que hagan amateurs. Tarde o temprano, dependiendo del grado de radicalizacion del proceso, aflorarán esas contradicciones y otra vez los chiquillos colgados de la brocha, buscarán guindarse de otro clavo caliente, esta vez quizás el fascismo "
cara al sol"(volviendo a sus orígenes, que le dicen...).
Los chiquillos que resumen su vida en actos de fe saltarán del barco con todo y blackberry. ¡Anótenlo!!!
Desde esa hermosa Primera Declaracion de Caracas, que consistió en cantar el Himno Nacional a las puertas de Miraflores el 14 de Abril del 2002, han transcurrido cerca de 7 años. Venezuela y el pueblo que asumió su compromiso de formarse políticamente en este largo -larguísimo- período, está lista para la Segunda Declaración de Caracas.
¡Eso es dándole!!, que algo queda...
Manuel Brito