2010/02/03

Los "revo" "boli"

Circa diciembre de 1992. Me decía el viejo Pablo, el Pablo viejo, en medio de las arepitas con nata que imprivisaban un desayuno en el sector proletario de Los Rosales -vaya, que del otro lado de la Nueva Granada vivían los eléctricos Zuloaga, los barrocos Palacios, los eclécticos Cabrujas- : "Y, chico, es que lo emociona de estos muchachos es que se hayan declarado bolivarianos. ¿Cómo no darles apoyo, sobrino?" El mismo Pablo que cantó: ¡Amarillo!!, cuando sirvió de testigo en las mesas en plesbicito que le robara al pueblo de Venezuela el gordito de Michelena, con la anuencia del Imperio y las manitos engrasadas de sus jalabolas, jaladores de bola todoterreno, jaladores de bola de por vida.

El mismo Pablo a quien alguien muy querida, y muy argentina, le despidió en la tumba: "Era un idealista". ¿Y cómo no ser idealista? ¿Qué otra fuerza motriz puede haber para la vida que no sean los ideales? Le pregunto a los pintores con tierra en el pecho, que la respuesta de los egoístas y de los payasos, de los invertebrados, mis enemigos de todos los tiempos, ya la conozco.

Le pregunto a los "revo": ¿Tú eres bolivariano? ¿Y que van a contestar? : "¡Claro que si!!!" Y con el si galicado, el chorrito de baba por la comisura de los labios. Simón Bolívar, el carajo que fuera "envenenado"(perspectiva oligarca) en su juventud por otro Simón, en algun lugar de su petaca llena de citas con eco de ultratumba dejó caer esta perla: "El talento sin probidad es un azote".

Déjame traducirle a los "revo", que por lo visto también son "boli": Simón nos dice que la honestidad es condición necesaria de la inteligencia. Sin honestidad no hay inteligencia, lo que hay es maña, triquiñuela, ventajismo, tinglado, indecencia, negociado, mafia, "etcétera" (Chávez dixit). Digo, para que le pasen el dato a los "revo" que reparten a sus amigos contrarrevolucionarios títulos nobiliarios de "inteligente y culto", porsia...Que uno no tiene por que pelearse con los buenos amigos "por Chávez".


Revolución sin apellidos, que algo queda...

Manuel Brito