2010/02/08

Fuentes

La última vez que compré un libro de Carlos Fuentes fue en el aeropuerto internacional Benito Juárez, "que sirve a la Ciudad de México", y en general nos sirve a casi todos los que lo usamos. A la espera de la conexión para Cancún, lo más sabroso es entretenerse en la librería que tienen allí. Librería que, guardando las distancias, se me antojaba era como la Librería Suma (la mejor suplidora de libros para intelectuales venezolanos, que leen libros y por lo visto no los entienden, o si los entienden se hacen los webones, o manipulan las ideas vertidas en ellos). Al menos a mí, en ese momento me brindó la mayor suma de felicidad posible. Los buenos libros aunque representan un gran peso al hora de viajar, son -vaya contradicción- la mejor excusa para ir livianito en el transcurso de la vida, sin detenerse en pendejas superficiales, sin ser nariceado por la mano invisible del mercado, y sin dejar que los payasos sigan haciendo su circo delante de ti.

El libro de Fuentes, decía la solapa, era una novela que para chuparse los dedos. Claro que no lo dice así. Lo escriben con esa prosopopeya y solemnidad de intelectuales prestos a no dejar que nadie con edcuación más acá del bachillerato -que ya es mucho en nuestras sociedades- se entere de lo que dicen. Llenos de citas intranscedentes para el ciudadano que preferiría leer qué piensa el autor y no la ristra de citas de lo que dicen, dijeron o dejaron de decir los clásicos, o los antaños (¿del stadium?). Y digo que decía la solapa porque no la leí. Por allí debe estar todavía envuelta en celofán. Una vez que le regalé los pesos a Fuentes y Alfaguara, me conseguí con que ese mismo portento de las letras, había vertido su talento en la poceta -de oro, claro- de una biografía de Gustavo Cisneros. Fuentes como prologuista es un grasiento, asqueroso, falto de ética, de amor propio (diferente a el onanismo de los patiquines CENDESistas), y otras cosillas que quizás me censuren las moralistas doñitas del Este (dicho sin distingo de género, ni de posición relativa con respecto a la talanquera). Tanto pujar para cagar aguao...

Todo esto lo digo porque hay que cuidar las fuentes. No basta con que lo que por ahí está escrito nos sirva en un momento determinado para reforzar una posición, o para asumir una posición que se desea asumir. Lo mejor es no citar, y más cuando se citan en un sólo párrafo dos visiones contradictorias, v.g., el existencialismo de Sartre y el nosesabedondeestamosparadosniimporta de Morín. Lo mejor es tener uno mismo una posición ante la vida y no asumir la de otros, y llenarse la cabeza de "citas citables", que terminan siendo "la risa: remedio infalible", es decir Selecciones de Reader's Digest, que ya es como que demasiado. Aprender teoría, mientras se trabaja en la práctica. Saber que si levantamos las banderas del Socialismo es porque estamos
convencidos de que la sociedad comunista es la que es, porque el Socialismo no es otra cosa que Movimiento al Comunismo y que el objetivo es claro, y no hay autopista sin peaje para alcanzarlo.

A Pancho Farruco se le puede dar hasta con el tobo, porque constituye, a todas luces, un ejemplo de inconsistencia. Más tarde que temprano se abrirán las ollas... No hace faltar citar a los enemigos de la Revolución. No hace falta sacarle su condición de naturalizado. Lo único que hay que tener claro es la coherencia entre lo que se hace, lo que se dice, y las veces que la cagas desdiciéndote, o deshaciendo.

La amnesia por conveniencia es tambien un valor burgués, que algo queda...

Manuel Brito