Tres memorias, que no son mías, me hacen pensar en el comunismo.
Una marca de cigarrillos de tabaco negro y sin filtro que se llamaba
Bandera Roja y eran los preferidos de mi tía abuela por parte de los
Marx-Einstein; una solución de ácido muriático llamada Diablo Rojo que
hace estragos en contacto con el cuerpo humano (más de uno se ha
quedado tuerto por la soberbia de no leer intrucciones de uso); y ya
que hablamos de tragos, un insufrible ron comercial que era conocido
en los bajos fondos como Stalingrado. Remítanse a la Historia.
Entre tanta fumadera de Bandera Roja, un arma corrosiva y explosiva
como Diablo Rojo, y las memorias etílicas de Stalingrado, hoy me dio
por tomar el poder. Es decir lo mismo que me dio ayer, y me va a
seguir dando mañana, porque es la labor de vida del buen comunista:
Tomar sin hielo cielo y de un solo salto (o algo así...). Pasa que
hoy me entero que como soy "académico", y la toma del poder es una
cosa que esta reservada para los no-académicos, entonces puedo dejarle
el merequeten a otros y seguir libando caña, mientras escribo sobre
lo exitoso que son mis hijos los comerciantes. Una pregunta académica
y capital: ¿Cómo se mide el éxito de un comerciante?
Mision raspaito, que algo queda...
Manuel Brito