2010/02/25

Tan católicos, tan apostólicos, tan romanos

Tan todas esas cosas juntas y revueltas. Tan acentuada su fe (fé), tan cagetas cuando les dicen Comunismo, ahí van, sin siquiera conocer a profundidad la fe que dicen profesar. A uno que, hasta en vacaciones le toca estudiar a los enemigos de clase, a esta pasmosamente inútil clase media profesional, la clase con acceso a banda ancha (y de medio lado por si hay problemas salir piraos...) que dice apoyar a la Revolución, mientras ésta no sea muy revolucionaria -¡oye! que la democracia burguesa también tiene sus cosas buenas y además los extremos se tocan, y los onanistas se tocan más aún-, a uno, decía, le toca ver cómo le prenden velas a Santa Lucía. Los ve llegar con sus cajas de velas de a locha a pedir milagros en esas casas donde les lavaron el cerebro con temores celestiales (¿o será tumores?), con la larga venda que les tejió la hilandera de Andrés Eloy cruzada encima de uno de sus ojos, ya sanguinolento, y no queda más que sonreir.

Les ve uno darse con gesto altanero ante el dr. Varito, o ante cualquiera de los presidentes del Imperio -aunque todavía con la esperanza negra en el pecho-, y los miras sonreir, agradecer, sobarle el lomo, estar de acuerdo, felicitar al: i) doctor honoris causa de una universidad que ni siquiera tiene curso de doctorado, ii) anticomunista camaleón disfrazado de gente decente, iii) jalabolas consumado, contrarrevolucionario, cipayo, monigote claudicante de centro américa, iv) ¡ajá!!. Todos miembros del club de mochos. Todos miembros de la sociedad de cómplices que se viene combatiendo, y se combate a muerte, antes de que nos asesinen por la espalda.

Todos a la espera de ver quién cae del altar rojito para entrarle a patadas, todos esperando a que alguien lance la primera piedra para comenzar la lapidación, pero ni uno solo con capacidad testicular de denunciar los atropellos, las componendas, los negociados de los amigazos, de los compadres, de los compañeritos de lista, ¡oiga! que la "revo" no debe llevarse a "extremos".

Voladuras de ojo. ¡Ay Lucía!!!! que algo queda...

Manuel Brito