2010/01/29

"Subjetividad"

Título con una palabra que escuché sopotocientas veces, mal usada y dicha con un acentico que no me gusta, por Radio Nacional de Venezuela. Subjetividad como ya explicaron, cada quien por su lado pero con idéntica destreza, el profesor Ortega y el doctor Gasset, refiere en segunda instancia a la condición judía del hombre, es decir a su circuncisión. Y la circuncisión puede ser histórica, cultural, política, etcétera. Más etcétera que cualquier otra cosa pero siempre dolorosa. En primer instancia sin embargo, subjetividad es un concepto de la teoría del conocimiento, o como le gusta decir a los "académicos": epistemología. Dícese del punto de vista del que se cree la tapa del frasco, del que se cree el eje imaginario sobre el cual rota el planeta, del que no aprendió que hay cosas que mucho convienen pero que no están bien, o si lo aprendió le sabe a mierda. A esta suerte de mentira auto-complaciente y que destruye el tejido social, se contrapone la objetividad.

La objetividad, la redundantemente objetiva, la genuina, la que nace de la observación y del análisis, y no de la sobadera de bolas a quien tenga un cargo de poder, tal y como hace la gentecita disfrazada de gente decente (veáse mi tratado sobre perezjimenismo y peronismo en la Venezuela del siglo XXI), requiere de entrenamiento. Requiere de evaluación permanente. Requiere de capacidad de debate lógico, debate con lo que está sobre el tapete. Un individuo que haya hecho carreras, es decir un taxista, puede hacer un análisis más objetivo sobre determinado proceso social, que un individuo que nunca sale de su casa, o de su rinconcito de amigos complacientes. El taxista está expuesto a todas las fuentes de información, a todas la contradictorias fuentes de información, a todos los segmentos de evidencia, y a todas las corrientes de pensamiento. Un taxista que converse con sus clientes se convierte, por ósmosis, en filósofo. Hay otras carreras, claro está, donde el entrenamiento se hace con formalidad y disciplina. No garantiza la producción de seres humanos con capacidad de análisis objetivo, porque si te toca un ex-flaquito ambicioso de "orientador", a lo más que llegas es a foca aplaudidora. Nunca te faltaran las sardinas, eso sí. ¡Pero mosca foquita! porque si "llega la Revolución" (como dicen los social-demócratas de la burocracia cultural) manda parar.

Lo objetivo es que en todas las oficinas públicas (¿o eran oficiales?) hay una mafia de gestores, y gestosos, con larga tradición, con gran arraigo, con mucho merecumbé, y que tiene los siete poderes del diablo, ¡cosa buena!!! Y con loas a la gestión del camarada canciller Maduro (y dicho con un acentico que no me gusta) y con contra-denuncias tontas sobre la demonización de la gestión pública, cuando en esa misma madrugada las colas para retirar el numerito en inumerables oficinas públicas (¿o eran oficiales?) las hacen los pendejos de mi pueblo, no me solucionan el problema. Es más, pienso - y no debo estar solo- que se están burlando de la gente que denuncia esos problemas. La gente que no tiene a quién pedirle la palanquita arquimedeana que sigue siendo herramienta indispensable en Revolución (¡épale!!).

Esa mafia que nace en el monte, sin permiso no se pue' tumba. ¿A quién hay que solicitarle el permiso? ¿Quiénes son los miembros de la mafia? ¿Cuántos están presos? ¿Cuántos han sido destituidos por jugar con la esperanza de todo un pueblo? ¿Toda respuesta a las denuncias van a ser felicitaciones al camarada canciller Maduro (y dicho con un acentico falsoide que no me gusta)??? Otra respuesta inadmisible a este asunto de las mafias es: "Eso no corresponde a mi despacho" (¡épale!!)

¡Ciguaraya!!!!, que algo queda...

Manuel Brito