Se inicia una célebre pieza de teatro del celebrado grupo "Les Luthiers": "Yo nací en Africa, por eso mi piel es negra...". Error: La gente marroquí es menos "negra" que la gente congolesa y tan nacida en Africa es la primera como la segunda. Y, si nos ponemos sincrónicos, la tercera, la cuarta, y el retroceso tambien serán igual de africanos. Los que se diferencia realmente es el neutro. ¡Ah! los neutrales... Esa mezcla de limonada y chicha por partes iguales (¡partes molares!, se entiende) que no sirve para nada.
Yo nací en Venezuela, por eso mi piel es impermeable. Impermeable a la lisonja vacua, al amiguismo, al padrinazgo, al camaleonismo, al oportunismo, al teatro. Porque nada mejor que un ambiente adecuado para aprender de lo que es excelso y despreciar lo que es despreciable. Venezuela es cuna de gente extraodinaria. Gente a las que, vaya coincidencia, le cantó con pasión Alí Primera, uno de mis maestros de marxismo. Sin Venezuela no hay Reverón, por mencionar sólo a uno. Pero Venezuela tambien es cuna y lugar de reunión de despreciables que se hacen llamar gente.
Un ambiente como este es propicio para ir endureciendo el cuero. Para ir haciéndolo impermeable y resistente a tanta abyección. Para ir formándose una columna vertebral que nos permita ir por la vida erguidos. Que la gente sepa quiénes somos, sin necesidad de "descubrirnos" después de los innumerables cambios de disfraz y caretas en incontables piezas teatrales.
Recomiendo estar alerta ante todo aquel que, de buenas a primeras, haga suyas nuestras palabras, nos dé la palmadita en en hombro, nos halague con sus deferencias, nos haga sentir confortables con lo que somos y seguiremos siendo: comunistas (¡de manifiesto!) Algo les debe convenir en ese instante, en ese preciso momento, para tratarnos con tanta gentileza. A estos invertebrados, a estos insectos, "dealgunamanera" y "enlemarco deloqueseria " su plan personal de supervivencia en todo terreno, hemos de serles útiles para sus teatros y esa repugnante forma de vida y de ser, que los lleva a adaptarse al poder -por más chico y localizado que éste sea- y a ser leales a quien lo detenta. Y más, cuando para todos está claro que el objetivo único de nuestro paso por el mundo es subvertirlo, cambiarlo, reventarlo, hasta que sólo quede gente digna de ser llamada gente. Hombres y mujeres honestos, vertebrados, concientes, que son la Patria, según me decían por ahí.
¡Dígalo ahí, Don Armando!, que algo queda...
Manuel Brito
Yo nací en Venezuela, por eso mi piel es impermeable. Impermeable a la lisonja vacua, al amiguismo, al padrinazgo, al camaleonismo, al oportunismo, al teatro. Porque nada mejor que un ambiente adecuado para aprender de lo que es excelso y despreciar lo que es despreciable. Venezuela es cuna de gente extraodinaria. Gente a las que, vaya coincidencia, le cantó con pasión Alí Primera, uno de mis maestros de marxismo. Sin Venezuela no hay Reverón, por mencionar sólo a uno. Pero Venezuela tambien es cuna y lugar de reunión de despreciables que se hacen llamar gente.
Un ambiente como este es propicio para ir endureciendo el cuero. Para ir haciéndolo impermeable y resistente a tanta abyección. Para ir formándose una columna vertebral que nos permita ir por la vida erguidos. Que la gente sepa quiénes somos, sin necesidad de "descubrirnos" después de los innumerables cambios de disfraz y caretas en incontables piezas teatrales.
Recomiendo estar alerta ante todo aquel que, de buenas a primeras, haga suyas nuestras palabras, nos dé la palmadita en en hombro, nos halague con sus deferencias, nos haga sentir confortables con lo que somos y seguiremos siendo: comunistas (¡de manifiesto!) Algo les debe convenir en ese instante, en ese preciso momento, para tratarnos con tanta gentileza. A estos invertebrados, a estos insectos, "dealgunamanera" y "enlemarco deloqueseria " su plan personal de supervivencia en todo terreno, hemos de serles útiles para sus teatros y esa repugnante forma de vida y de ser, que los lleva a adaptarse al poder -por más chico y localizado que éste sea- y a ser leales a quien lo detenta. Y más, cuando para todos está claro que el objetivo único de nuestro paso por el mundo es subvertirlo, cambiarlo, reventarlo, hasta que sólo quede gente digna de ser llamada gente. Hombres y mujeres honestos, vertebrados, concientes, que son la Patria, según me decían por ahí.
¡Dígalo ahí, Don Armando!, que algo queda...
Manuel Brito