2009/11/06

Mi adeco favorito

Guardar devoción por el poeta de mi pueblo, es guardar devoción por lo venezolano, por esa identidad que es un privilegio, privilegio del que disfrutamos a diario. Antes de Andrés Eloy hubo muchos poetas, muy buenos y muy luchadores. Algunos imprescindibles. Después de Andres Eloy, la cifra de poetas es astronómica, y la de "poetas" es casi el cuádruple. Y la de aspirantes a poetas es casi el 101% de la población venezolana. Ese 1% es de los sureños que nos usan como trampolín para seguir viaje a su tierra natal: Europa.

Hace poco me comentaban que había una discusión en Bizancio, que así se llaman las listas de la "clase media"(automojones aparte) profesional (profesionalidad discutible), donde los blanquitos gafos de toda la vida argumentaban que no habia racismo en Venezuela. Argumentos peorros de blanquitos de piel y blanquitos de corazón (¡que son los peores!) que despacha mi adeco favorito con unos versos que comienzan diciendo: "¡Ah mundo! La negra Juana...". ¡Y punto!

Andrés Eloy también me enseñó, entre palabreos y pesadillas con tambor, que hay que saber renunciar: "He renunciado a ti. No era posible. Fueron vapores de la fantasía..." etcétera, etcétera" (Chávez dixit). Vapores de la fantasía, y vaporones de la menopausia (dicho sin distingo de género) a los que no están dispuestos a renunciar quienes viene arrastrando sus cadenas por más de seis décadas. Gente que fue criada apersogados unos a otros, como en las carárceles de Cipriano Castro, con los grillos más pesados que existen: el temor a un ente omnipresente, omnipotente, por tanto omnijodiente, y a su único "heredero". Con ese lastre con esa ancla, no hay Revolución que pueda avanzar. La Revolución es conciencia, y con Ciencia se hace.

Quieren -al menos de la boca pa' juera- Revolución pero no quieren renunciar a la adicción al apio (o algo asi...), como lo llamaba Marx.

Se acabó el apio. ¡Coman yuca señores!!!, que algo queda...

Manuel Brito