2009/11/09

¡No somos suizos!!!!

Pero no importa. Que tampoco es que los suizos son precisos. Tuvieron que esperar a que el alemán Albert Einstein se instalara en la Oficina de Patentes en Berna para entender la diferencia relativa entre un reloj que marcha (como el mango verde, segun decia Gardel: "y locas las carpanas...") y uno que no marcha. Decía el bueno de Albert: El gafo te va a dar la hora correcta al menos dos veces al dia. Eran tiempos de cosas análogas, se entiende...

Y por analogía, y ya que los grandes hombres de nuestro tiempo han vivido en Berna, fue que Betancout se fue a su exilio dorado en esa ciudad. Costeado, como se sabe, con su arduo trabajo de escritor, y sus ahorritos por haber trabajado en la administración pública y alguna que otra rifa de cestas navideñas. Rifaban a Venezuela. Berna no es ni mejor ni peor que la Madrid de los generales que todavía tienen quien les prenda una vela (Falta de pudor o exceso de jalabolismo. Una de dos. O ambas). Esos bichos que robaron hasta que se cansaron para ir después a acurrucarse en las faldas del Generalísimo para gloria de "la cúpula" católica. Esa macolla donde curas y monjas son unos santos inocentes, que hasta valientes son, según nos dice, ahora, Vladimir Acosta.

Einstein tenía razón. Si un observador ve a un reloj descompuesto desaparecer, a la velocidad de la luz, de la muñeca de una víctima de nombre Consuelo, lo más probable es que responda en tono de guaracha a la interrogante del juez: "¿A qué hora robaron a Consuelo?".
-¡Yo no sé, señor juez! Otro de los tantos crimenes irresolutos.

Lo importante del reloj no es que de la hora a toda hora. De esa forma es inútil. Alabar la precisión del reloj descompuesto porque da la hora exacta dos veces al día es cosa de muchachitos. Que si cuando esa hora arrima brasa para tus sardinas, te espepitas en loas y en lisonjas, no habla mal del reloj, habla mal de tu capacidad de ser consistente, de ver el conjunto, el todo, el balance, el meollo, la médula, el espinazo...

Ahora resulta que Darío Vivas era el que repartía los 50 dólares y la carterita de caña blanca en las grandes marchas chavistas. ¡10 años de tradicion!!! ¡Dígalo ahí Jose Ovalles!! El chismesito balurdo y "revolucionario", aunado a las berrincheras "académicas" y las malacrianzas "intelectuales", le hacen mas daño a la Revolución que cualquier otra cosa (Imperio y lacayos, aparte). Sólo demuestra que hay gente que sólo hala brasas para sus sardinas. ¡Y está de anteojito!!!

¡Muy "socialistas" todos ellos!, que algo queda...

Manuel Brito