Siempre hay que invitar a debatir a todo aquél que se la pasa recitando su "revo" de lacitos rosados y frases rimbombantes a lo Paolo Coehlo -los más- y citando "radicalmente" sus divagaciones en sus "paseos" con la mamá de Weber -los menos-. A debatir con ellos mismos, digo. A debatir frente a un espejo normal, y no uno que tenga el extraño sortilegio de mostrar la imagen de un aguerrido trabajador con formación política revolucionaria, cuando el objeto reflejado no es más que un sifrinito de rechoncha figura que tiene por hobby acomodar la historia a su antojo. Debatir con ellos mismos, para que organicen sus cabecitas llenas de contradiccciones, y sus fantasiosas sociedades incluyentes de enemigos, de paz (con jota), de amor (con factura) y de gamelote (tal cual). Seguro estoy que terminarán su debate con la frase del poeta Whitman:
"Me contradigo. ¿Cuál es el estrile?" (traducción libre).
¡Espejito, espejito!!, que algo queda...
Manuel Brito