Me imagino al hijo de Cúa entretenido, antes de la batalla de Santa Inés, en explicarse y explicar al mundo cómo se ahogó su estado mayor en un vaso.
- General, por ahi vino el Mariscal Falcón (histórico lo de mariscal, y con cubiertos...) a decirle adiós porque usted y que está tuerto, le dice un patiquín que no monta a caballo porque le salen callos en las nalgas.
- General, déjeme decirle que Santa Inés no me parece... Yo siendo usted los mando para Maracay y hacemos barricadas en El Samán, se le acerca un blanquito con lap-top en mano.
-General, me va perdonando, pero usted está rodeado de puras lanzas quebradas (no había llegado el beisbol a Venezuela), pongame a mí que yo si sé, y mis focas también, general. Dícele un gordito con ridículum de 30 páginas.
-General, acépteme una "autocrítica": me parece que usted se cree un napoleón tropical y anda pepito para le ridan culto a supersonalidad. Dícele un blanquito desde lejitos.
-General, tanta bolsería que habla y sigue vendiéndole cacao a los gringos y despues dice que ellos son los que estan pidiendo cacao. Contradiciones aparte no, mi general...Dícele un estratega atragantao de ego.
-General, tanto que le jalé bolas y no me dio ni un ministerio. Ahora aténgase a las consecuecias...vamos con t-o-d-o cuchicuchi.... Dícele el mismo gordito llorón, pero ahora comiendo casabe con cubiertos.
El General Ezequiel Zamora cometió dos errores y en los dos estuvo involucrada la espalda. Le dio la espalda a un guerrillero del pueblo que sabiamente decía: "muerte a todo el que sepa leer y escribir (y use su talento en contra de su pueblo)". Y le puso la espalda descubierta a quienes desde este lado de la talanquera siempre trabajarán por detener el proceso revolucionario. Son los que forman tempestades de malacrianza en vasos. Los que hacen tempestades llenas de cizaña, creando innecesarias confrontaciones, repletas de en vasos para ahogar a la vanguardia revolucionaria en refriegas inútiles, en escaramuzas de poca monta, debilitando la estrategia, haciendo pública la táctica.
¡Ay Martín Espinoza!!!, que algo queda...
Manuel Brito