Desde Octubre de 1917, para los rusos, y desde Noviembre de ese mismo año para los blanquitos occidentales -estos que vienen imponiéndonos sus costumbres egoístas y sus religiones monotemáticas- se disparó un aparato de propaganda anticomunista, que no tiene precedente en los 7000 años de historia notariada de la humanidad.
Y así debe ser. No puede ser sorpresa la no precedencia. El Manifiesto Comunista apenas tenía 59 añitos cuando los bolcheviques pusieron a temblar la tierra. Ya en esa época, acusar de comunista a los enemigos politicos era el "modus operandi" de los modositos "demócratas". Es decir que la propaganda anticomunista nació a pocos días de concertarse la organización popular en contra del sistema. Pero nada como lo que se disparon en 1917. Nota bene: Si somos generosos con el bueno de Robert Owen que estuvo utopiando con el socialismo en Indiana desde 1825, y si conseguimos por allí evidencia de algún aparato de propaganda antioweniano podríamos decir entonces que desde ese entonces la reacción nos está mostrando sus dientes. Que dicho sea de paso son dientes de tiburón. Busquen por ahí en qué consiste el mecanismo de cambio de dientes de eso bichitos.
Por más que se abuse de la elasticidad del término socialista, digo, a lo que nos referimos con socialismo los que no creemos en cuentos de caminos, ni manipulamos con la metafísica y los miedos y debilidades inherentes a los seres pensantes, es al trabajo conciente y disciplinado que remonta a apenas una historia de 200 años. Una resta simple nos dice que necesitamos 6800 años para sacudirnos de todo cuanto impide que "la humanidad diga basta y se eche a andar", que decia un fusilador de primera. ¡Como debe ser!
De toda la propaganda anticomunista, la que más duro ha calado en el corazón de las viejitas rezanderas (dicho sin distingo de género), de las pocas que van quedando en un continente donde el 70% de la población es menor de 25 años (datos al ojo%), son las famosas "Purgas de Stalin". Dicen los escandalosos agentes de la CIA que al padrecito de todas las rusas (o algo así, exageraciones de la líbido del lider, supongo), lo purgaban con aceite de ricino. Un método ortodoxo y diríamos que hasta dogmático. Eso si, eficaz.
Y como así..., que algo queda...
Manuel Brito