2009/10/14

A cuatro, a seis, a ocho manos...

En esos años en que el padre nuestro -¡el único!!- era lo más arrecho que había parido el planeta, mi padre no dejaba de sorprenderme con cosas tan interesantes como el tocar al piano ¡y a cuatro manos! un viejo vals venezolano: "Las Brumas del Mar". Le acompañaba su hermano menor, el maraco, y dueño del piano. Ambos habían aprendido a tocar piano de oído, "por fantasía", en la pianola que comprara el hermano mayor para el mejor botiquín que tenia Higuerote. Era esa época en que los barcos traían delicattesses europeídas a Carenero. Los eternos proletarios aprendían a degustar vinos y quesos, al mismo tiempo que escaceaban las letras, porque no había escuelas, y si la hubiesen la masa no estaba para bollo... Trabajó mi viejo desde muy temprana edad hasta el último de sus casi 82 años.

Las Brumas del Mar a cuatro manos, para el que sepa alguito de piano no es gran cosa. Otro barloventeño, familiar lejano segun me dicen, me hizo reir una día en el Aula Magna cuando versaba fuera de programa: "Ay mi novia tan blanca y tan blanca, igualita que las brumas del mar, a ella le gusta que le toque y le toque (con acento y gesticulando) el sublime valse las brumas del mar". Ese vals que recuperaron a mediados de los 70 para la venezolanidad Jesús Sevillano y su arreglista de entonces, don Juan Carlos Núñez, era pues, parte del acervo cultural con que yo me hacía venezolano (que la cédula es otra cosa) en los años en que todavía Sevillano militaba como tenor en "Contrapunto", nuestra institución de música popular por antonomasia.

No es gran cosa tocar el valse a cuatro manos, pero una columna política a cuatro-seis-ocho-diez-doce manos, es un asunto de mucha mayor dificultad. Puede transformarse en un grano de piña en un lugar donde ni se imaginaba José Martí. La columna, o es política o es esotérica. Cada vez que le toca al compa esotérico escribir la columna, el grano de maíz se lo comen los pericos. Las creencias religiosas, y esos cruces de santidades y revolucionaridades, deben quedarse entre los parietales de cada quien. Nadie se mete con la religiosidad de nadie en tanto esa religiosidad no cague la jaula. Recato, por favor, que la formación política de nuestra gente merecere respeto. Si así fuese que la patria se los reconozca, si por el contrario se trata de hacer un pasticho que ni es política, ni es religión, sino todo lo contrario, que la patria se los demande.

Yo me ofrezco de fiscal acusador, que algo queda...

Manuel Brito