Intentar siquiera cazar una pelea con Saramago o Chomsky -sobre cualquier tema- es confundir a verdaderos gigantes con mecánicos molinos de viento. Lee otra vez. Y si Cervantes y Saavedra me concede la licencia, diría: "¡Loquillo de testiculitis parecéis!". No se cuánto habrá que estudiar y cuánto habrá que vivir para, no digo discutir, por lo menos entender a cabalidad las teorías de Chomsky y cómo el método científico se extiende como verdolaga por los terrenos de la política, la filosofía y las bolas criollas (¡pura dinámica!). Y nada que decir de las cultas metáforas de Saramago quien, entre otras cosas, aprendió del método científico vía política militante. Porque el asunto no es "Leer siempre y leer de todo". El asunto es entender medianamente lo que se lee, para no dar la cómica.
Aquellos "intelectuales" (un decir; con o sin comillas) que intentan siquiera revirarle a Chomsky, o a Saramago, me recuerdan a un insigne(ficante) economista venezolano que decía que Albert Einstein podia ser un "vergatario" en física pero que no pasaba de ser un pendejón, caro e inoperante "blackberry", en sus opiniones sobre asuntos sociales y de economía. ¡Na guará!!! Decirle a Einstein que está profundamente equivocado en temas que manejaba con maestría, requiere algo más que haber pasado con buenas notas unas cuantas materias en una universidad "de las mejores del mundo". Y de estos "intelectuales" (allende o aquende la talanquera) tenemos la vega llena.
Pero también hay los "intelectuales" mapurites: Ellos saben a quien peen. Simón Alberto Consalvi, el hombre (¡un decir!) que con dineros del Estado ha comprado más conciencias, alcanzándole tales fondos para adquirir un inútil diploma de intelectual, hace poco arremetió, desde su periodiquito contrarrevolucionario, contra Roberto Hernández Montoya, presidente del CELARG. La culebra es con Roberto Hernández Montoya y sólo con Roberto Hernández Montoya. Los epítetos son contra Roberto Hernández Montoya y contra nadie más que contra Roberto Hernández Montoya. Simon Alberto es gafo, tremendamente gafo, tonto de capirote, y de no ser porque tenemos una sociedad clase media de cómplices (allende y aquende la talanquera) su diente roto no habría sido motivo alguno para hacer de él un "intelectual". Es gafo, pero no tanto como cazar una pelea con Saramago o con Chomsky. Nuestras nulidades engreídas de reputaciones consagradas saben a quién peen. Y merecen una respuesta certera, puntual, revolucionaria. Una respuesta que no esquive el bulto, que no corra la arruga, que no se esconda tras la sombra de un árbol alto ni intente transitar por sus ramas.
Ubicatex, que algo queda...
Manuel Brito