Ya son 50. Me tocó vivir 23 años en una sociedad de cómplices. Asqueante. Un deterioro total de las relaciones sociales. ¡Miento!!! La "relaciones sociales" llevadas a su máximo límite, al non plus ultra, al zenit: "Al que a buen árbol le jala bolas, sombras nada más..." (o algo así...). El amigazo, el recomendado, el apellido, el hijo de tal, la hija de cual, el hijo bobo de fulano, la hija boba de fulana, todos, todos, tienen sombrita oficial (la única sombrita). Y tanta que se ponen jipatos. "Dime con quién andas y te diré go home", que decía Benedetti. Me toca haber visto de lejos, por 27 años, a una sociedad de cómplices. Idem. Idem. Hasta el hartazgo: ¡Idem!
Uno que peca de idealista, porque soy "perfecto", pensaba que Don Cipriano tenía algo de razón en aquello de "Nuevos hombres. Nuevos ideales. Nuevos procedimientos" y mucho más si le ponemos cadencia guevarista al asunto: "Hombres nuevos. Nuevos procedimientos". Vaya, que los ideales ya tienen suficientes canas y bastantes muertos a cuestas como para usar el adjetivo nuevo. Y sigo pecando de idealista, eso va a ser así, llueve truene o relampaguee, va a ser así. Ya yo no lo voy a ver, pero les aseguro con la precisión con que se puede predecir un movimiento sísmico que de aquí hasta el día que suceda, esa nueva sociedad sucederá.
Hay que tener valor (de uso o de cambio, ¡igual da!!) para ir deslastrándose de toda la ideología que nos han inyectado por todos los medios posibles, supositorios incluidos, para medio llegarle allí-allí a lo que suplicaba Guevara que fuésemos, si es que íbamos a militar en la Revolución. Y eso debe convertirse en tradición familiar. Nadie lleno de superchería y de mojones clase media profesional, e imbuido hasta el paracaídas en una sociedad de cómplices, puede ayudar a nadie a desalienarse. Lo primero es lo primero. Hasta en lo aviones te enseñan eso: "Ayudar a los niños y a otras personas con sus propias mascarillas de oxígeno, sólo una vez que haya asegurado la suya.". ¿Te explico por qué?
Pero ¿cómo liberar a esos retoños que aprenden por ósmosis de la complicidad mucho antes de poner un pie en las escuelas "públicas", porque ni de vaina los llevan a una escuela "oficial"? (Para definiciones peorras sobre política educacional remítanse a la "Louis Flipper School of Semantic, Cantab."). ¿Cómo evitar que aprendan a pulso, y a veces con cursos intensivos, el intrilinguis de los pelos que hay que jalar para no quedar fuera del banquete?
¿Qué comes que adivinas...?, que algo queda...
Manuel Brito